Archivo de abril 2011

Mis tres grandes amigos!! Ginna se va…

–       Mami, mami, Brayan Brandon y Danis segundo no dejan de molestarme, diles algo-.

–       ¡Niños tranquilos o le voy a decir a su padre para que los regañe y no los deje salir con sus amigos!-. Tras decir esta amenaza, Ginna volteo a ver a su esposo y lo descubrió en la sala, rascándose la panza y viendo un partido de fútbol.

–       ¡Danis! ¡No ves que tus hijos se están peleando, diles algo por favor!

Con un movimiento lento de la cabeza, el patriarca de la familia volteo a verlos y les dice: – Niños ya dejen de molestar a su hermana que no me dejan ver el partido, en vez de estarse peleando, díganle a su madre que nos prepare unas botanitas y vénganse a ver el fútbol con su papá-.

Ginna se quedo atónita cuando escucho las palabras de su esposo, esperaba que les llamara la atención; se supone que él también tenía que reprenderlos, no solo era trabajo de ella como muchas veces le dijo su madre, ahora se daba cuenta de que todo lo que le había dicho ella era cierto: “las mujeres deben de encargarse de todo, hasta de educar al marido”.

Cómo pudo separo a los niños, los metió a bañar, les dio de cenar y los mando a dormir y mientras todo esto pasaba, Danis seguía viendo su partido de fútbol.

Se fue a dormir temprano, ya casi a punto de quedarse dormida, sintió como su esposo se metía entre las sabanas, él se le acerco para darle un beso de buenas noches, pero ella se alejo; estaba molesta por lo que había pasado con los niños.

-¿Qué te pasa, mi amor?- Pronuncio esta última frase con tanto cariño, que a Ginna se le revolvió el estomago del coraje.

– Bien sabes lo que me pasa, no te hagas-. El Danis, se quedo pensado y comenzó a recordar todas las cosas que hizo durante el día que pudieron haber molestado a su mujercita, pero solo se acordaba de que todo lo que hizo en el día fue ver la televisión y nada más, tal vez eso la hubiera molestado porque a ella “no le gusta el fútbol”.

Creyendo que era eso, le dijo: -Discúlpame querida, te prometo que mañana nos vamos tú y yo adónde quieras, si quieres hasta vamos de compras o a comer con tus papás y a los niños los dejamos con el Ross y con la Moncha, ¿qué te parece?-.

Ginna lo volteo a ver con los ojos llorosos, se levanto de la cama y camino hacia la ventana, la abrió y descubrió a la hija de sus vecinos en la entrada de su casa, besándose con el novio, los envidio por eso. Pensó en todos esos besos que había experimentado con otros hombres antes de conocer a su esposo, eran tantas emociones, pero ninguna se compara a la que sintió cuando beso al Danis por primera vez: mariposas en su estomago, sentía que se elevaba y el calor entre sus piernas la hizo estremecerse, ella siempre dijo que había sido “mágico”. Pero ya no era lo mismo, los años habían pasado, seguía queriendo a su esposo como la primera vez, pero a veces, él le hacía sentir como si no le importará.

Lo volteo a ver y le dijo algo que venía pensando desde hacía mucho tiempo:

-Danis, ¡me voy!-.

Se quedo atónito cuando escucho esas palabras. – ¿Irse?, ¿pero a dónde?, ¿porqué?, ¿para siempre?-.

-No, no puedes irte, te amo; ¿Tú ya no me amas? No me dejes porfavor, yo te amo, ¿Qué voy a hacer sin ti? Y nuestros hijos, ¿ya no los quieres?-.

Ginna lo observo y se dio cuenta de que tenía esa expresión en la cara de angustia, desesperación, mezclado con un poco de terror, como cuando le dijo que estaba embarazada por primera vez, en ese momento supo que estaba asustado y que ella podía manipularlo como quisiera.

Se sentó a su lado y puso sus manos en las mejillas de él: -No los voy a abandonar, simplemente quiero tomar unas vacaciones, despejarme, salir de la rutina, sino querido, me voy a volver loca, y no creo que quieras pagar las costosas terapias-.

Por un momento el hombre de familia creía que su esposa lo iba a abandonar, pero cuando supo que Ginna solo quería vacaciones la sangre le regreso al cuerpo, tomo una actitud mucho más calmada y le dijo: -Claro que sí mi cielo, si eso es lo que quieres está bien. ¿Adónde piensas ir?-.

Aún no lo sabía, solo sabía que quería ir a un lugar dónde pudiera relajarse y dejar a tras los problemas familiares, las crisis con el esposo y sus propios problemas de mujer, quería sentirse viva.

Esa noche durmió tranquila pues sabía, que a pesar de los años, seguía manteniendo un gran control sobre su esposo.

A la mañana siguiente se levanto y como siempre hizo lo que todas las mañanas hacía; levanto a los niños, preparo el desayuno, le jalo las orejas al Danis para que se levantara y en medio del desayuno les anuncio su destino vacacional: – Niños , su madre tiene algo que decirnos-.

Los niños veían a su madre atónitos, pues creían que ya había descubierto la desaparición de uno de sus aretes de diamantes que su abuela le había regalado antes de morir; afortunadamente no era eso, era algo mucho más importante pues la cara de su padre reflejaba preocupación.

–       Niños he decidido irme de vacaciones por un tiempo, su padre se quedará a cuidarlos mientras yo no estoy-.

–       ¡Yupi, que bien!-. Los niños estaban muy felices pues por fin podrían alejarse un poco del yugo maternal y comer todos los dulces que ellos quisieran, pues sabían que su padre no se comportaría como “mamá”.

Ginna creía que la noticia afectaría en algo la alegría de sus hijos, pero como vio que nos les importaba si ella estaba en casa o no, adopto una actitud un poco huraña pero firme en decir a dónde iría de vacaciones: – Me iré a Puerto Vallarta, necesito asolearme y estar conmigo misma por más tiempo-.

Parecía que los niños no la habían escuchado, el único que tenía lágrimas en los ojos era su esposo, como siempre ella sabía que podía contar con él a pesar de todo, lo besó.

Esa misma mañana hizo sus maletas, su esposo e hijos la acompañaron al aeropuerto y se despidieron de ella mientras ella subía por las escaleras para abordar el avión.

Ya en el avión ocupo un asiento junto a la ventana, siempre le había gustado viajar junto a esta, decía que el viaje se le pasaba mucho más rápido. Saco una de sus revistas y la empezó a leer, después durmió un poco.

Cuando bajo del avión se sintió feliz, la brisa marina le tocaba la cara, era una sensación de libertad, pero no pudo seguir disfrutando por mucho tiempo de esa sensación pues le había prometido a su esposo que lo llamaría en cuanto llegara a Puerto Vallarta.

Tomo un taxi y se fue su hotel, se registro y subió a su habitación; después de haber despedido al botones, tomo el teléfono y llamo a su esposo: -Hola amor, ya llegue. ¿Cómo están las cosas por allá?-.

El silencio sepulcral de su esposo significaba que habían comenzado los problemas; pero hizo como que no reconoció ese silencio y espero a que le contestará: -Todo está bien, querida ¿Qué tal el vuelo?-.

Después de media hora de conversación, colgó el teléfono y se metió a bañar. Cuando salió del baño decidió ir a dar un paseo por las calles del lugar y a comer en algún lugar tranquilo.

Después de haber caminado un largo rato buscando un restaurante, por fin había llegado a uno pequeñito cuya decoración consistía en unas cuantas pinturas mexicanas y manteles de colores, decidió entrar en ese porque: “a mi esposo le hubiera encantado”. Su esposo, sus hijos, cuanto los extrañaba, se preguntaba si ya habrían comido y que les habría dado de comer, sino la extrañarían o si estaban felices porque se había ido. En fin, volvió a recordarlos en sus vacaciones; no podía salir sin preocuparse por ellos a pesar de que a ellos no les importaba mucho lo que sentía.

En fin, se dijo, “supongo que son los gajes de ser mujer y madre”, termino de comer y regreso a su hotel. Llamo al aeropuerto para comprar un boleto de regreso a Guadalajara, salió del lugar a la media hora, iba a regresar; sabía que se arrepentiría, pero, como una vez le dijo su madre: “tener una familia es lo más importante que le puede pasar a una mujer” y a ella le había pasado.