Archivo de febrero 2024

¿Cómo perder a un bebé?

Desde el año pasado mi prometido y yo teníamos la ilusión de ser padres; para esto fuimos con un ginecólogo para qué nos guiará, qué nos dijera cuál era el momento propicio para ello, que había qué hacer y sobre todo, cómo llevar a buen término el embarazo.

Después de algunos intentos fallidos lo conseguimos, fue en enero cuándo nos dio la noticia de que por fin seríamos padres. Recuerdo que regresábamos de un fin de semana en casa de su mamá cuándo le dije que si íbamos a la farmacia por una prueba de embarazo porqué teníamos la sospecha de qué ya estaba embarazada. Llegamos a nuestro departamento con la prueba en la mano, algo nerviosos porque no teníamos idea de lo qué pasaría. Me hice la prueba, pero recuerdo que desde el momento en el que mi orina tocó la punta de la pluma ésta se puso rosada y, según el instructivo, eso quería decir un resultado positivo. Aun así, no dije nada y esperamos los minutos qué dictan las instrucciones.

Recuerdo qué cuándo mi pareja vio el resultado saltó de emoción y me abrazó tan fuerte qué acordarme de eso me hace emocionarme nuevamente. Yo me quedé estática, sin saber qué hacer; también estaba emocionada pero era una emoción de no poder creer qué estaba embarazada cuándo toda mi vida dije que yo no quería hijos, que no quería casarme ni vivir con nadie pero él había cambiado todos esos pensamientos, es la persona qué se convirtió en el amor de mi vida y conforme fue avanzando nuestra relación me di cuenta de que todas esas ideas habían desaparecido para darle cabida a la ilusión de compartir mi vida con alguien, lo bueno y lo malo de mí, mis sueños y mis temores, querer tener proyectos en común tanto de pareja cómo individuales y sobretodo: el querer formar una familia.

Así que ahí estaba yo, en medio del baño con una prueba de embarazo en la mano y con el corazón a punto de salírseme porque no sabía qué nos depararía el destino ni cómo afrontar la noticia.

Diez días después, justo cómo nos había dicho el doctor, me hice una prueba de sangre que salió positiva, confirmando lo que ya sabíamos. Inmediatamente hice cita para darle los resultados al médico y que nos dijera qué seguía.

La cita transcurrió con normalidad; me cambió la medicación por unas vitaminas diferentes a las del principio y que siguiera con mi vida normal sin dejar de tomarme esas nuevas vitaminas.

Durante el tiempo transcurrido entre la cita de enero y la que teníamos programada para el siguiente mes platicábamos de qué queríamos que fuera: si un niño o una niña, cómo le diríamos a nuestras familias qué esperamos un bebé, habíamos estado pensando en qué cosas comprar para él, vivimos los achaques de un embarazo, los antojos. Recuerdo que yo tenía un antojo mortal por el queso, a todo le quería poner queso y mi novio tenía más hambre de la normal. Recuerdo que hubo días en los que me sentía cansada, sin ganas de hacer algo. Mi prometido llegando del trabajo y preguntándome cómo se había portado, sino me había dado mucha lata. Pero todo eso no duro lo suficiente.

Para febrero, un par de días antes de la cita tuvimos que ir de emergencia a consulta porque tenía unos dolores abdominales horribles qué hasta dormir era insoportable. Recuerdo qué nos recibió en la tarde del miércoles, me preguntó qué había pasado y le dije que creía que el dolor era porqué un día antes me había acostado boca abajo un rato. Él me dijo que eso no tenía nada qué ver, que muchas personas creían que por estar embarazadas no podían llevar una vida normal. Me pasó a donde estaba la máquina de ultrasonido y me hizo que me recostara para que me revisara.

Ahí nos dio la devastadora noticia: tenía un embarazo ectópico de siete semanas cinco días. El embrión estaba vivo, escuchamos su corazón y fue muy emocionante; estaba dentro de un ovario, pero éste no había caminado fuera de la trompa de Falopio, se quedó ahí y mi cuerpo lo detectó cómo un cuerpo extraño; empezó a arrojarle liquido para deshacerse de él, pero mi vientre ya tenía mucha sangre y había qué actuar rápido, no podíamos dejar qué siguiera sangrando sino iba a morir; en ese momento mi mundo se vino abajo.   

El médico me dijo qué me vistiera y qué me esperaba en su escritorio. Mientras lo hacía recuerdo empezar a llorar, sabía qué sino me operaban rápido no iba a salir viva de eso y por más qué me aferré a saber lo que significaba “embarazo ectópico” sabía qué no iba a haber bebé y que la ilusión qué teníamos moría en ese momento. Me dijo el tipo de operación que me harían y que lo más probable era qué me removieran el ovario derecho qué era dónde se había alojado el embrión. Mi mundo se vino abajo.

Nos dio una carta para ir a la clínica qué me tocaba para qué me dieran un pase de urgencia a qué me operaran y de ahí todo fue un silencio enorme.

Mi prometido me dijo que lo más importante era que me salvaran la vida así que con ese temple y la cabeza fría me llevó a la clínica al área de urgencias a qué me revisaran y me dieran el tan anhelado pasé a cirugía. Me dieron la hoja con carácter de urgente, llegamos en la noche al hospital y en Urgencias Obstétricas ya sólo pude entrar yo a valoración. Los médicos del hospital confirmaron el diagnóstico: embarazo ectópico roto. Tenían qué operarme inmediatamente antes de que algo más pasara.

Recuerdo despedirme de mi novio y entregarle mis cosas, decirle qué iba a estar bien pero yo no sabía si estaría bien pues nunca había tenido una operación. Me llevaron al área de TOCO y ahí me empezaron a preparar para la cirugía.

Al final de la operación me preguntó la cirujana si quería ver al embrión y le dije que sí; cuándo me lo enseñó no pude dejar de llorar: tenía sus manos, sus ojos, estaba casi formado y yo sabía qué había estado vivo porque había escuchado su corazón. La doctora me dijo qué me tranquilizara, qué podría volver a embarazarme, qué todo estaría bien. Pero la verdad es que no sabía si todo iría bien. Le pregunté si me habían retirado el ovario y me dijo que afortunadamente no, qué lograron removerlo sin quitarme nada, habían limpiado y sólo habían cortado un pedacito del izquierdo porque ahí no habían podido limpiar pero qué eso no me impediría volver a embarazarme y di gracias por eso. Por saber qué existe una pequeña esperanza.

Me pasaron nuevamente al área de TOCO con mujeres que habían llevado a término sus embarazos. La verdad es que fue muy difícil para mí verlas con sus bebés, dándoles de comer o hablándoles. Verlas tan felices con ellos, escucharlos llorar y verlos moverse para mí fue horrible porque yo solo pensaba en qué no tenía a mi bebé, quería a mi bebé de vuelta, lo quería desesperadamente.

Recuerdo llorar mucho acostada de lado para qué no me vieran y se compadecieran de mí. Hacerme la fuerte como lo he hecho toda la vida cuando iban a revisarme y a preguntarme cómo estaba. Tenía ganas de decirles que me quería ir de ahí, que no quería estar con esas madres, qué yo no tenía nada qué hacer en esa área porque no era una madre; que mi bebé estaba muerto y yo no podía hacer nada, sólo quería que me dejaran en paz.

Así que lo que hice los siguientes días fue demostrar que estaba bien, me tomaba mis medicamentos, era colaboradora con las enfermeras, platicaba con ellas y los doctores, con la cirujana qué me operó; caminaba, comía lo qué me daban con la esperanza de que ya me dejaran salir. Pasé dos días más en piso y ahí estaban otras mujeres, las madres estaban también pero en otra área, yo estaba ahora con mujeres qué habían perdido algo de su anatomía femenina, mujeres que cómo yo estaban incompletas, y eso para mi fue un alivio. Las conocí y las valoro por lo que les arrebataron, por dejarlas incompletas. Las respeto porqué al igual que yo enfrentaron algo qué puso su vida en riesgo pero qué salieron adelante y espero que algún día las pueda volver a ver.

Han pasado ya más de diez días desde aquel trágico día y aún sigo recuperándome, lloro y reniego es cierto, pero también le doy gracias a Dios, a mis abuelos, a la vida, a mi familia y sobre todo, a mi prometido que no me han dejado caer. Qué siempre están ahí para mí y qué a pesar de todo tengo una pequeña esperanza.

P.D. Éste escrito es mi manera de desahogarme, de sacar el dolor qué tengo. No espero qué me entiendan, no espero nada salvo sanar y qué la tristeza qué siento se disipen poco a poco.